El Precio del Servicio Espiritual
por Helio Olivares L., Ph.D., N.D.
© 2012, 2017
Inicié mi gestión de asistencia a otras personas el año 1991. Hasta ese momento había ayudado a otros, pero siempre “como amigo”, no pretendiendo que hubiera más trascendencia que el aliviar alguna situación puntual.
Debido a un compromiso de naturaleza espiritual que asumí al iniciar mi gestión, durante los primeros 15 años de mi trabajo realicé mis intervenciones sin cobrar. Simplemente solicitaba a quienes recibían mi servicio una donación voluntaria. El tiempo que pasé bajo ese formato fue sumamente amplio en enseñanzas respecto de la naturaleza humana.
Lo que aprendí bastante rápido es que la mayor parte de la gente no regala ni dona, sino que se deshace de lo que ya no quiere o de lo que ya no le sirve. En lo tocante al dinero, entregan lo menos que pueden y, de ser posible, lo que menos “les duela” en el bolsillo o cartera. Resultó evidente que la mayor parte de las personas no son capaces de apreciar el beneficio que se les entrega y que, con escasas excepciones, sólo valoran lo que les cuesta dinero (“si es caro, debe ser muy bueno” y “si es barato o gratis, algo malo debe tener”).
El año 2006 comencé a cobrar por el tiempo utilizado en las intervenciones. Automáticamente desapareció la mayor parte de las personas que antes ocupaban la mayor parte de mi tiempo. También surgieron interrogantes semejantes a esta:
“¿Por qué cobras si lo que haces se supone que es un servicio espiritual?“
A continuación, desarrollo la respuesta . . .
Antiguamente, en el sistema tribal, los chamanes (hombres o mujeres) vivían en medio de su comunidad para el servicio de ésta. Su trabajo consistía en proveer para el bienestar espiritual y mental a través de los rituales y ceremonias, pero también debían restaurar el bienestar corporal en caso de enfermedad usando los recursos de la Naturaleza. Dado que realizaban esta importante función y ésta era valorada por la tribu, eran retribuídos con todo lo que les hiciera falta. No necesitaban cazar o cultivar la tierra, porque el pueblo les brindaba el alimento. No necesitaban construir una choza para habitar, porque el pueblo se las suministraba. Sus necesidades temporales eran satisfechas por el pueblo para que pudieran dedicarse a su trabajo de mantención del bienestar de todos los habitantes de la tribu.
Cuando algún habitante requería alguna asistencia en particular y pedía algo que estaba fuera de “las obligaciones” del Chamán, llevaba algo que le fuera útil al Chamán, un par de mocasines o un trozo de cuero de animal para hacer tambores, por ejemplo. Lo que entregaba era una donación, no un pago. Las cosas que se pagan regularmente son posesión de alguien, pero en el caso de los bienes espirituales, el Chamán no es el poseedor, sino simplemente un intermediario. El poseedor de todo lo bueno es Dios. El donativo entregado al Chamán no buscaba “pagar” por el beneficio que se le solicitaba, sino que permitía al solicitante ponerse en condiciones de recibir. Desde el punto de vista chamánico, si quieres recibir algo, debes entregar algo que tenga un valor equivalente a lo que quieres recibir. No se trata del valor intrínseco de lo que entregas, sino del valor que tiene para ti, lo que representa para ti. Mientras más valor tenga para ti lo que de corazón entregas, mayor probabilidad tienes de recibir lo que pides. Es tu actitud y tu disposición al entregar o donar lo que te habilita para recibir.
En Oriente, la práctica regular de la Ayurveda, la medicina tradicional de India, sigue el mismo criterio chamánico esbozado en el párrafo anterior. El principio de la práctica ayurvédica es “no lucrar con el dolor ajeno”, por lo tanto el practicante tradicional (“Vaidya”) no cobra por aliviar el dolor o sanar la enfermedad. Su generosidad es retribuida con donaciones de bienes o de dinero para que pueda mantenerse y continúe ayudando a otras personas que lo requieran.
Lamentablemente, el esquema monetario y social en el que habitamos en la mayoría de los países occidentales hacen que el formato reseñado no funcione. No hablo por hablar, lo experimenté por 15 años! Si bien hubo personas que aportaron generosamente para suplir mis necesidades temporales y, por así decirlo, cubrir las atenciones de muchos otros que no podían realizar aportes, también hubo otras personas, la mayoría, que solo buscaba aprovecharse de la oportunidad. Si una persona no tiene para dar, es una cosa, y nunca dejé de asistir a alguien que no tuviera recursos y solicitaba mi ayuda. Pero es diferente que una persona tenga y quiera tener más sin dar nada a cambio. Eso es abuso y aprovechamiento. Lo interesante es que, aunque mi gestión fue pareja con todos a los que atendí, no todos recibieron los beneficios esperados. Eso no tuvo que ver conmigo, sino con lo que indiqué un par de párrafos antes, es la actitud y la disposición del donante lo que lo habilita para recibir. Si la actitud era la de uno que quería recibir sin dar, las fuerzas del Universo se encargaban de hacer los ajustes y lo que haya recibido lo perdía rápidamente.
Es tal el grado de acostumbramiento al esquema mercantil existente que incluso cuando los cursos que ofrezco a distancia estaban disponibles en forma gratuita no hubo ingreso de nuevos estudiantes, porque los cientos que se comunicaron lo hicieron tratando de encontrar “dónde estaba el truco”. La verdad es que nunca hubo truco. Simplemente quería facilitar el acceso a quienes por causa económica pudieran verse limitados para ingresar a un curso regular. Esa medida se sostuvo hasta que ya no se pudo más (todo cuesta y alguien tiene que asumir los costos, en este caso, yo). Desde que se comenzó a solicitar un aporte económico para los cursos aparecieron nuevos inscritos.
Volviendo a la cuestión del precio del servicio espiritual, considera esto:
* En lo personal, no cobro por el servicio que entrego o por el beneficio que causo. No soy el propietario de el o los dones que utilizo, soy simplemente un intermediario. Solicito un aporte económico por el tiempo que utilizo para ayudarte a progresar en el área que sea en que solicites mi asistencia.
* No cobro por el resultado que se puede obtener, porque eso no tendrías cómo pagarlo. He tenido el privilegio de ayudar a muchas personas a dar un giro notable en su existencia y comenzar a vivir como siempre quisieron o dejar atrás alguna situación (trauma, enfermedad catastrófica, etc.) que les impedía ser felices. Eso no tiene precio!
* Por otro lado, dado que la mayoría de las personas solo valoran lo que les cuesta, a algunas personas les indico un monto específico para que obtengan lo que esperan, porque la regla es: “lo que recibes es proporcional a lo que das“.
El principio de la Ley de Atracción es dar constantemente. Mientras más das, más apto te haces para recibir. El principio espiritual es que lo que recibes es proporcional a lo que das, no al revés. La Madre Naturaleza da a todos y, en el ambiente natural, todos dan para todos. Cuando se habla de Dios, regularmente se lo nombra como “el Gran Dador”, no como el que sólo toma o busca recibir. Los que estamos con Dios, damos; los que no lo están, toman y quieren recibir sin dar. Esa actitud egoísta inevitablemente termina actuando en contra de la misma persona. En gran medida, esa actitud es la que ha marcado a nuestra sociedad conllevando las consecuencias a nivel ecológico y social que son evidentes para cualquiera que quiera verlas.
El Servicio Espiritual es Gratuito . . . pero Tiene un Precio
Es la actitud y la disposición del solicitante la que determina si recibirá el beneficio buscado y, si lo recibe, por cuánto tiempo lo retendrá. A mayor desprendimiento, mayor capacidad para recibir. Dicho de otro modo, si quieres crecer, debes estar dispuesto a dejar cualquier cosa que limite el crecimiento. Si quieres pedir algo, primero debes dar algo que consideres equivalente a lo que esperas recibir (es algo así como dar las gracias por adelantado).
El Camino Natural implica el acostumbrarse a dar, especialmente a aquellos que también están dispuestos a dar para que el ciclo de la abundancia se potencie para beneficio y felicidad de todos. Si te dedicas a dar a uno que solo busca recibir, estarás mal utilizando o malgastando tus recursos, obteniendo inevitablemente insatisfacción e infelicidad, pero también harás que el perjuicio del egoísta sea cada vez más grande para él (o ella).
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